4/1/10





En el vagón la temperatura era acogedora, como siempre, oscilando agradablemente entre diecisiete y veinte grados. La goma vulcanizada de las puertas impedía que entraran corrientes de aire. El sistema de suspensión, con amortiguadores de capas finas como alas de mariposa fabricados en Saint Louis, Missouri, reducía al mínimo los tirones y sacudidas. Lowboy escuchaba el sonido de las ruedas, el chirrido de los ejes en la cabeza de las vías y en las curvas, los múltiples elementos articulados del convoy que funcionaban a la par y sin esfuerzo. Ruidos acogedores, familiares, casi nostálgicos. Incluso su contraído y claustrofóbico cerebro sintió cierto apego por el túnel. Era su cráneo lo que le tenía prisionero, después de todo, ni los viajeros ni el tren. Estoy cautivo de mi propia sesera, pensó. Soy rehén de mi sistema límbico. Sólo puedo escaparme por las ventanas de mi nariz.



¿Por qué he nacido Violet? ¿Me lo puedes decir?

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