30/1/10




BUENO PUES HOY NO SALE NI DIOS, NI BUDDAH, NI ALLAH.

25/1/10

Lecciones prácticas de cómo ligar gracias al cine :

Opción 1

ANTE TODO: SINCERIDAD

—Chico: Oye guapa, ¿has visto el Diario de Noa?
—Chica: ¡Claro! ¡Es mi película favorita!
—Chico: Pues mira, es una puta mierda…. ¿nos enrollamos?
—Chica: ¡Grosero! Eres tonto si piensas que me voy a enrollar con alguien como tú.
—Chico: Tú sí que eres tan tonta… como el personaje que interpreta Gena Rowlands.
Menos mal que el padre de ese pseudo-director está muerto, sino mataría a su hijo y mujer a ostias por semejante infamia y bazofia de película romántica.
—Chica: Pues es una obra maestra de la delicadeza y sensibilidad. ¡Qué te folle un pez!
¡Sucio! ¡Insincero! ¡Gilipollas!
—Chico: ¡Cassavetes sólo hay uno!

Opción 2

MENTIR ES IGUAL A NO HERIR

—Chico: Oye guapa, ¿has visto el Diario de Noa?
—Chica: ¡Claro! ¡Es mi película favorita!
—Chico: ¡Es la mía también! ¡Me encanta! …. ¿nos enrollamos?
—Chica: Eres gay y quieres quedar bien con tus amigos que te están mirando, ¿no?
—Chico: ¡Estoy abriéndote mis sentimientos y diciéndote toda la verdad! ¿No os gusta eso a las chicas?
—Chica: ¡A ningún heterosexual le puede gustar el Diario de Noa! Te lo dice una chica que estudia estadística y de sus últimas cuarenta y ocho relaciones (incluyendo también en las que sólo hubo morreo y/o tocamientos) a ningún chico le gustaba el Diario de Noa. Bueno, a uno sí, pero era gay ¡Eso es un 0,00%!
—Chico: Vale, te he mentido. No me gusta el Diario de Noa
—Chica: ¡Sucio! ¡Insincero! ¡Gilipollas! […] Ah, y se me olvidaba. ¡Qué te folle un pez!


Opción 3

UNA RETIRADA A TIEMPO ES UNA VICTORIA

—Chica: Oye guapetón, tío bueno...se nota que has visto el Diario de Noa...
—Chico (huyendo): ¡Sí, soy gay!

24/1/10


PUTO VAGO DE MIERDA EH, NI POR MUCHO QUE TE INSISTA!!

12/1/10

Terminado el almuerzo, Hitler regresó a sus dependencias, pero en el pasillo se encontró una nueva despedida: sus colaboradores más íntimos le dieron entonces el último adiós. Luego se retiró a sus habitaciones con Eva.

Cuando todos estaban esperando el estampido de un disparo, oyeron voces ahogadas en el pasillo. Magda Goebbels realizaba el último intento desesperado de salvar su mundo, de salvar sobre todo, a sus hijos y forcejeaba con el gigantesco Günsche, que medía casi dos metros, para entrar en el despacho de Hitler.

No logró vencer la oposición del gigante, pero consiguió que transmitiera al Führer un último recado: «Dígale que hay muchas esperanzas, que es una locura suicidarse y que me permita entrar para convencerle».

Günsche penetró en la habitación. Hitler se hallaba de pie, junto a su mesa de despacho, frente al retrato de Federico II. Günsche no vio a Eva Braun, y supuso que se hallaría en el cuarto de baño, pues oyó funcionar la cisterna. Hitler respondió fríamente: «No quiero recibirla». Esas fueron las últimas palabras que se conservan de Hitler. Diez o quince minutos más tarde, entre las 15.30 y las 16.00 horas de aquel 30 de abril de 1945, ya estaba muerto.

Se suicidó de un tiro en la cabeza mientras rompía con los dientes una cápsula de cianuro. Eva Braun murió a su lado tras masticar una ampolla de veneno.



















9/1/10





Bueno, que ya me dirás lo que hago, cómo quieres que lo presente. Tú ya sabes que yo me ajusto a lo que tú me digas, que para eso pagas, para eso eres el que manda. ¿A doble espacio, en fuente del doce? Lo que tú me digas, que a mí me da lo mismo.

(Y se me ocurre que si fuera yo la que mandara, a ti no te daría lo mismo.)

¿Que tenga más cuidado que con el último? ¡Si me habías dicho que estaba bien! Hombre, quéjate en su momento, háblame claro cuando es oportuno. No me vayas a salir con ésas ahora, cuando ya no puedo arreglar nada.

(A mí siempre me dice que le gusta lo que hago, pero si le preguntan otros, pone cara de que ni fu ni fa.)

Sí, me quedo lo que haya que quedarse. Ya sabes que puedes contar conmigo. Me quedé hasta las dos de la mañana cuando lo de la revista, ¿te acuerdas? Me quedé solita en el edificio, que hasta miedo me daba. Pero lo hice, y no te puse pegas. Así que ahora no te creas que me voy a poner melindrosa.

(Conmigo aquí me gustaría verte; hasta las dos. Bah, no aguantarías. Me mirarías con esa cara tierna que gastas para los compromisos y acabarías por ponerme alguna excusa para largarte. Y dejarme sola, claro.)

Claro que lo sé, ya me lo han dicho. Además, no te creas que soy novata en estas cosas. No es la primera vez que trabajo para los del laboratorio. Sé el lenguaje que gastan y conozco mi trabajo, ¿o es que lo dudas? ¡Parece mentira! Llevo años en esto, me conoces, y todavía me tratas como si fuera una inútil.

(De otra forma me tratarías si yo te hubiera demostrado en su momento lo que valgo. Más que tú, por supuesto, que en el fondo no eres más que un pobrecito bobo, un falso. Pero de tan bobo, tierno.)

A veces creo que esa manía tuya de repetirme las cosas tantas veces es simple incompetencia, majo. De plantas sé más que tú, rico. A ver quién te ayudó a ti con lo del virus del tabaco. Y los pimientos, pues lo mismo. No sé qué te has creído, cómo te imaginas que puedes tratarme así.

(Pero es que supongo que eres así de necio, así de engreído y de estúpido. Antes no eras así conmigo. Y si yo lo hubiera llevado bien, seguro que ahora serías de otra forma. Más humano, más persona. Te darías cuenta de lo que te estás perdiendo conmigo.)

¿Tú es que te crees que a mí me puedes tratar de cualquier manera? ¿Tú es que te piensas que a mí me puedes manejar como a una de tus muñequitas? ¡Que no soy imbécil! Y no me largo ya mismo porque no sabrías qué hacer sin mí, que si no...

(Si no, ya verías. Si yo tuviera la fuerza, el coraje que hace falta para plantarse delante de ti y decirte cualquier cosa... Pero yo te diría las cosas que te hacen falta, como en las pelis.)



Además, jamás he visto a nadie tan necio, ahora que me pongo a pensarlo. Se cree que es alguien, y en realidad, no tiene ni idea. De este asunto sé yo más que tú, porque soy mejor traductora, mejor ejecutiva y, si me apuras, mejor persona.

(Y mejor amiga, y mejor amante, y más simpática, y más graciosa. Que lo tuyo es todo fachada. Ni una embestida mía resistirías.)



¡Pimientos! ¡Me pregunta si sé de virus de pimientos! Y me levanta la ceja cuando me habla, articula con cuidado, como si tuviera miedo de que yo no lo fuera a entender. ¡Será imbécil!

(Ya verías si me tuvieras más cerca; te agarraría por la cintura y te pediría que me explicases las cosas; que me hablases de pimientos, sí es que te atrevías y te quedaban ganas. Pero no te quedarían, que me da risa de pensar en tu cara de asombro al verme así, tan distinta a como te crees que soy.)

Si en lugar de hacer el paripé dándotelas de jefe te preocuparas un poco más por el trabajo, otro gallo nos cantaría.

(Otro gallo me cantaría a mí también si hubiera hecho lo que tenía que hacer entonces, aquel día en que no aproveché. Qué pena, no haberte acariciado entonces, el día en que me rozaste la mano, como sin querer. Y haberme echado hacia adelante, haberte mordido por algún sitio, haberme reído, haberte agarrado sin dejar que te soltaras. Y haberme decidido a decirte que sí, que quedo contigo, que me da igual que se sepa...)

Cuando pienso que te gastas esos humos, que vas de gran especialista precisamente conmigo, me pregunto qué hago aquí yo, aguantando al más insoportable. Hasta pidiéndote a veces consejo, como si lo necesitara. Que tú eres el gran especialista en el tema, que me supervises mi traducción, que necesito tu ayuda...

(Después de cenar, haber ido paseando por ahí, haberte dejado hablar, escucharte. Escucharte los dos, en realidad, porque tú te escuchas tanto como yo pueda escucharte. Y luego, lo decisivo, mirarte a los ojos y decirte «Tú esta noche te quedas conmigo». Y me habrías dicho que sí, claro, porque no eres de los que desperdician oportunidades.)

Pues estoy pensando que te lo voy a pedir, te voy a decir que necesito tu ayuda, que me ayudes con el tema de los pimientos, gran gurú de la traducción. Y ya verás qué risa, qué ridículo haces. Te preguntaré al final que cómo quieres que llame a los pimientos de Malasia. ¿Te parece mejor que los llame chiles? Y te miraré a los ojos con cara de circunstancias, para que no notes que me estoy riendo de ti y de tus ridiculeces.

(Enroscadita a ti, con mi oreja sobre tu cuerpo y oyéndote el corazón palpitar. La felicidad completa. Sin hablar ninguno de los dos, sabiendo sólo que tú estás conmigo y yo contigo. Sin pensar en trabajo, sin pensar en nadie. Siendo, por una vez, personas. Que hace mucho que no lo soy y me parece a ratos que sólo contigo puedo serlo.)

Me parece que la traducción te la va a hacer Rita. O, mejor, la haré yo, como siempre, como suelo. Con eficacia, con rapidez, con exactitud.

(Con la misma eficacia te querría, te mimaría, cuidaría de ti si me dejaras.)

Para que te diga el cliente, como siempre: «Frau Provitina es una excelente profesional.» Y tú dirás que en tu equipo sólo tienes a los mejores. Y yo lo aguantaré. ¡Maldita sea, si es que soy imbécil!

(Pero te levantarás en algún momento y me dirás que no, que no puede ser, que somos mayores para esas cosas. Y aunque me rompas el alma al decírmelo, casi te estoy oyendo: «Por favor, no empieces así, no seas imbécil.»)

8/1/10






4/1/10





En el vagón la temperatura era acogedora, como siempre, oscilando agradablemente entre diecisiete y veinte grados. La goma vulcanizada de las puertas impedía que entraran corrientes de aire. El sistema de suspensión, con amortiguadores de capas finas como alas de mariposa fabricados en Saint Louis, Missouri, reducía al mínimo los tirones y sacudidas. Lowboy escuchaba el sonido de las ruedas, el chirrido de los ejes en la cabeza de las vías y en las curvas, los múltiples elementos articulados del convoy que funcionaban a la par y sin esfuerzo. Ruidos acogedores, familiares, casi nostálgicos. Incluso su contraído y claustrofóbico cerebro sintió cierto apego por el túnel. Era su cráneo lo que le tenía prisionero, después de todo, ni los viajeros ni el tren. Estoy cautivo de mi propia sesera, pensó. Soy rehén de mi sistema límbico. Sólo puedo escaparme por las ventanas de mi nariz.



¿Por qué he nacido Violet? ¿Me lo puedes decir?

2/1/10





Bueno, antes de nada y a petición pública, aclaro que este texto va dirigido TAN SÓLO a la rama derecha, conservadora y tocapelotas de la iglesia católica, al resto la respeto y son tan seres humanos como todos nosotros ante cualquier ET que aterrice en Arizona.


Estoy completamente a favor del permitir el matrimonio entre católicos.

Me parece una injusticia y un error tratar de impedirselo.

El catolicismo no es una enfermedad. Los católicos, pese a que a muchos no les gusten o les parezcan extraños, son personas normales y deben poseer los mismos derechos que los demás, como si fueran, por ejemplo, informáticos u homosexuales.

Soy consciente de que muchos comportamientos y rasgos de caracter de las personas católicas, como su actitud casi enfermiza hacia el sexo, pueden parecernos extraños a los demás. Sé que incluso, a veces, podrían esgrimirse argumentos de salubridad pública, como su peligroso y deliberado rechazo a los preservativos. Sé también que muchas de sus costumbres, como la exhibición pública de imágenes de torturados, pueden incomodar a algunos.

Pero esto, además de ser más una imagen mediática que una realidad, no es razón para impedirles el ejercicio del matrimonio.

Algunos podrían argumentar que un matrimonio entre católicos no es un matrimonio real, porque para ellos es un ritual y un precepto religioso ante su dios, en lugar de una unión entre dos personas. También, dado que los hijos fuera del matrimonio están gravemente condenados por la iglesia, algunos podrían considerar que permitir que los católicos se casen incrementará el número de matrimonios por "el qué dirán" o por la simple búsqueda de sexo (prohibido por su religión fuera del matrimonio), incrementando con ello la violencia en el hogar y las familias desestrucuturadas. Pero hay que recordar que esto no es algo que ocurra sólo en las familas católicas y que, dado que no podemos meternos en la cabeza de los demás, no debemos juzgar sus motivaciones.

Por otro lado, el decir que eso no es matrimonio y que debería ser llamado de otra forma, no es más que una forma un tanto ruín de desviar el debate a cuestiones semánticas que no vienen al caso: Aunque sea entre católicos, un matrimonio es un matrimonio, y una familia es una familia.

Y con esta alusión a la familia paso a otro tema candente del que mi opinión, espero, no resulte demasiado radical: También estoy a favor de permitir que los católicos adopten hijos.

Algunos se escandalizarán ante una afirmación de este tipo. Es probable que alguno responda con exclamaciones del tipo de "¿Católicos adoptando hijos? ¡Esos niños podrían hacerse católicos!".

Veo ese tipo de críticas y respondo: Si bién es cierto que los hijos de católicos tienen mucha mayor problabilidad de convertirse a su vez en católicos (al contrario que, por ejemplo, ocurre en la informática o la homosexualidad), ya he argumentado antes que los católicos son personas como los demás.

Pese a las opiniones de algunos y a los indicios, no hay pruebas evidentes de que unos padres católicos estén peor preparados para educar a un hijo, ni de que el ambiente religiosamente sesgado de un hogar católico sea una influencia negativa para el niño. Además, los tribunales de adopción juzgan cada caso individualmente, y es precisamente su labor determinar la idoneidad de los padres.

En definitiva, y pese a las opiniones de algunos sectores, creo que debería permitirseles también a los católicos tanto el matrimonio como la adopción.

Exactamente igual que a los informáticos y a los homosexuales.





YEAH




M.E.T.A.M.O.R.F.O.S.I.S. Se pierden, palabras, que se unen y buscan un

alternativa ¿no quieres terminar la partida? Sólo hace falta que muevas

sentido ¿qué has dicho? Mente cuadrada; no , no tan sencilla, ni tan

una última ficha, y lo transformes todo, de nuevo, simplificando,

complicada solo…a ratos inclinada, a ratos cambiada, a veces siendo tú y

arrastrándolo de nuevo, a ese principio, a ese fin que se repite que hace

siendo todos, como hojas que caen en la ensenada, y van uniéndose y

que si comienzas leyendo por el final, tal vez descubras la verdad, pues

uniéndose, hasta estar encerradas, en medio de la hojarasca, celda donde

todo es lo mismo, todo está unido, nada parece tener sentido. La clave

comenzó mi vida, paredes que abren puertas ¡MENTIRA! ¿Acaso no me

está en un sinsentido, busca la respuesta, está en el principio, tan solo

oyes? Estoy al lado de tu oreja, pero vuelo, a la vez teniendo sueños,

cambiar, tan solo transformar, cambias de orden las líneas, ¡Y YA ESTÁ!

bañándome en ese cielo, siendo el pez de tus anhelos, que vuela alto,

Que siempre aparece la lógica si la intentas buscar, jugar con la

hasta la luna, que desde lo alto disimula y te muestra las ciudades como

perspectiva ¿acaso no lo dije al principio? Metamorfosis, eso es lo que

si no fueran más que cubos, que se revelan, dándote finalmente una

da a todo sentido.